Autora: Elena Carretón (DVM,MSc,PhD.), iUIBS
La dirofilariosis cardiopulmonar canina es una zoonosis parasitaria producida por el nematodo Dirofilaria immitis, popularmente conocido como el gusano del corazón. Su transmisión se produce mediante la picadura de mosquitos culícidos pertenecientes a los géneros Culex, Aedes y Anopheles.
En Europa, la presencia de esta enfermedad siempre ha estado asociada a los países del sur del continente. Sin embargo, en las últimas décadas se ha descrito una expansión hacia países del norte y este europeo, de manera que publicaciones científicas ya describen su presencia en países bálticos, Polonia, Rusia o Alemania, por ejemplo.
En España se observa un fenómeno similar: si bien su distribución estaba tradicionalmente limitada a las regiones del sur y levante peninsulares, así como a las islas Canarias, en la actualidad se están reportando casos en todo el territorio español, incluyendo la cornisa cantábrica.
Los motivos para esta expansión no están demostrados ni se conocen del todo, pero parece bastante claro que la acción del ser humano ha sido un factor fundamental. El cambio climático ha propiciado la implacable propagación de especies de mosquitos invasores en Europa (véase el ejemplo del mosquito tigre asiático – Aedes albopictus), además de provocar cambios en las dinámicas estacionales del insecto, teniendo mosquitos activos durante más meses del año.
Además, la globalización permite el movimiento frecuente y fluido de perros infectados por todo el continente, contribuyendo a la expansión de la dirofilariosis.
Por otro lado, la creciente urbanización y la creación de mayores áreas de cultivo favorecen la presencia y perpetuación de mosquitos vectores. Se ha observado que en ambientes urbanos se crea un fenómeno denominado “isla de calor”, que consiste en que los edificios, el asfalto y actividad humana acumulan calor y, como resultado, las ciudades tienen una temperatura media superior a las regiones periurbanas o rurales.
Este fenómeno favorece la proliferación y perpetuación de mosquitos, que se crían en las zonas verdes de las ciudades, precisamente donde los perros suelen concentrarse durante los paseos. En España se ha descrito dirofilariosis en perros y gatos en zonas urbanas de grandes ciudades, como Madrid y Barcelona.
La dirofilariosis cardiopulmonar canina es una enfermedad grave, potencialmente mortal.
Una vez que el mosquito ha transmitido la larva infectante a través de la picadura, esta comenzará a mudar y a desplazarse, de tal manera que en 5-6 meses ya se encuentra en las arterias pulmonares, donde permanecerá toda su etapa de vida adulta. Su presencia produce una endarteritis pulmonar proliferativa, que contribuye a la formación de hipertensión pulmonar y, a largo plazo, insuficiencia cardiaca derecha. Además, la muerte espontánea de los gusanos adultos puede producir tromboembolismos pulmonares, de gravedad variable pudiendo llegar a provocar la muerte.
La presencia de los parásitos en contacto directo con los vasos provoca deterioro en las arterias pulmonares desde el mismo momento en que llegan, pero los primeros síntomas no aparecen hasta pasados varios años desde la infección, cuando los daños son crónicos.
El tratamiento adulticida es duro para perro y propietario; se prolonga durante varios meses en los que se debe monitorizar estrechamente al paciente, y no está exento de riesgo. Además, los daños producidos en la vasculatura pulmonar son irreversibles, por lo que muchos animales tendrán secuelas, así como una menor calidad y esperanza de vida.
La prevención de las enfermedades parasitarias es la piedra angular de la medicina veterinaria, especialmente aquellas que pueden ser graves para las mascotas o presenten potencial zoonótico.
Indudablemente la dirofilariosis se está expandiendo; por ello, se hace más importante que nunca incidir en una correcta profilaxis. La infestación por D. immitis en el perro se puede prevenir de forma sencilla, eficaz y segura, a pesar de la elevada susceptibilidad de este parásito en los perros. Es, definitivamente, mucho más fácil y más barato prevenir que tratar la enfermedad.
Se debe administrar preventivo en cachorros desde los dos meses de edad, ya que se debe tener en cuenta la posibilidad de ser picado por un mosquito portador desde el mismo día en que nace.
Especialmente en perros que habitan en áreas endémicas, la profilaxis de esta enfermedad se debe realizar de forma prioritaria, pero además el veterinario clínico debe estar atento a las comunicaciones epidemiológicas y se recomienda administrar quimioprofilaxis en aquellas regiones que se consideraban libres del parásito, pero en las que se ha comunicado su presencia.
Uno de los factores que influyen en la rápida expansión del parásito es, precisamente, la falta de medidas profilácticas en aquellas zonas que hasta entonces se consideraban libres.
Se debe incidir, además, en proteger a la mascota durante los 12 meses del año.
Anteriormente se consideraba administrar únicamente en la época de actividad del mosquito, que abarcaba de primavera a otoño. Sin embargo, actualmente y debido a estos cambios del clima y de la dinámica del vector, el parásito puede ser transmitido durante todo el año, incluso en las zonas más frías.
Por otro lado, estudios han demostrado que, durante la profilaxis estacional, los propietarios se olvidan de ésta con mayor frecuencia, y que establecer una rutina constante y continuada durante todo el año mejora la adherencia del propietario al tratamiento. Los conceptos de animal rural/animal urbano, o animal de interior/exterior igualmente deben desecharse a la hora de diseñar una estrategia de prevención, ya que animales que habitan en zonas urbanas o/y residen en el interior de una vivienda están igualmente expuestos a la picadura de un mosquito portador de D. immitis.
Los productos utilizados para prevenir la dirofilariosis canina son las lactonas macrocíclicas (moxidectina, milbemicina oxima, ivermectina, selamectina). Son medicamentos seguros, eficaces y convenientes para la prevención de esta enfermedad en todos los perros. Existen varios preparados comerciales; estos deben ser administrados mensualmente de manera ininterrumpida (aquellos de prescripción vía oral o tópica) o bien de manera anual, en el caso del preparado inyectable.
Las lactonas macrocíclicas interrumpen el desarrollo de las larvas que han sido transmitidas por mosquitos al perro, durante los 30 días anteriores a su administración en el caso de los comprimidos o spot-on, o durante 12 meses en el caso del preparado comercial de moxidectina inyectable de liberación lenta.